No rengo más palabras que estas,
que son mis pocos lazos que
intentan tocar tus dedos.
No me importa todo los que se perdió, cenizas voladas.
No tengo más que estas mínimas palabras,
que se arrastran hasta tus ojos de lunas ensombrecidas.
Hoy la condena es no verte,
como una pintura arrumbada en
el olvido de la humanidad
funesta condenada.
Sos lo que me duele al ver los bellos paisajes,
al sol quemando las cosas y
a la fruta que mi boca no endulza.
El hambre que nunca será saciado,
los huesos cansados y los latidos finales.
El fuego no consume tu imagen cada espesor,
cada entrante y saliente de tu rostro
La dicha que te constituye,
tu amor por este mundo tan desdichado,
tan perdido y tantas veces injusto.
Es un sin fin de finales, de los cuales,
me llevan siempre
a recordarte con
una claridad tan bellamente dolorosa.
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